17 abr 2010

Aquella canción

Allí estaba ella, sola como siempre.
Después de demasiado tiempo en un trabajo desmoralizador en el que jamás hubiera pensado acabar se encontraba por fin en casa. Había estado deseando tener tiempo para ella desde hacía mucho, y ahora que lo tenía, se sentía vacía, absurda y sola.

Nunca había deseado formar una familia o tener una pareja. Toda su vida hasta ahora había estado dedicada a su trabajo. Quizás no fue buena idea pedir este descanso, pensaba, porque ahora añoraba todo eso y no tenía donde refugiarse.

Buscó en su pequeña cocina algo de café, y se lo bebió lentamente mientras fumaba en su sillón más cómodo.
Lloraba pensando en lo que había sido de ella, necesitaba sentirse viva de nuevo, y pensó en buscar un hombre, pero ¿qué sabía ella de hombres?, ¿qué sabia ella de disfrutar?... ¿qué sabía ella de vivir?

Rebuscó entre sus antiguos discos hasta encontrar una canción que le trajo recuerdos de un tiempo mejor, un tiempo en el que aún estaba llena de oportunidades, cuando aún nada estaba decidido y tenía unos sueños maravillosos sobre su futura vida.

Después de servirse una copa de los restos de una botella que ni recordaba, pasó frente a un espejo y se detuvo. ¿qué había sido de esa joven chica que un día fue? ¿qué había sido de esa tez tan brillante y ese cuerpo tan deseoso de vida?

En ese momento, la canción que no había parado de sonar se le antojó sensual, y quiso sentirse como ella. Apago las luces y en la penumbra que le ofrecían los rayos de luna que penetraban por su ventana fue desnudándose lentamente sin parar de mirarse, queriendo ver lo que ya no estaba. Y cerrando los ojos el tacto de su piel se le antojo terso, y sus labios carnosos, y sus pechos turgentes, y siguió así, acariciándose hasta que la canción hubo terminado.
Entonces abrió los ojos y volvió a ver lo que era, en lo que se había convertido, y llena de ira gritó maldiciendo al tiempo. Lloraba y gesticulaba bruscamente sin parar, hasta que tiró accidentalmente su copa.

Se quedó allí, en silencio, contemplando los pedazos de cristal en el suelo y la sangre que brotaba lentamente de sus pies descalzos. Entonces se inclinó muy lentamente y cogió un trozo de cristal, volvió a poner su canción y cerrando los ojos de nuevo, volvió a acariciarse lentamente, pero ahora de una forma más intensa, y no con sus manos, sino con el trozo afilado de cristal.
Sentía cómo la sangre resbalaba por todo su cuerpo. Se sintió viva por ultima vez.





2 comentarios:

  1. Auch!!!

    Yo devuelvo las visitas... Siempre devuelvo las visitas... Aunque no siempre me encuentro con sorpresas tan agradables... Con permiso (o sin él), me paseo por el archivo

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